Encuesta del CIS, abril 2015
La última encuesta del
CIS ha confirmado lo que muchos ya auguraban desde hacía meses. La
estrategia política de Podemos tenía una fecha de caducidad, y
superada esta, el inicio del declive era inevitable. De situarse como
segunda fuerza política con 23,9 puntos en la encuesta de enero han
pasado a obtener 16,5 puntos. Niveles equiparables a los del verano
pasado, donde tras las elecciones europeas se daba el inicio de su
irrupción. La aparición de Ciudadanos en el espectro político
(obtiene 13,8 puntos en la última encuesta del CIS) es para muchos
la causa principal de este descenso. Otros lo atribuyen a una
implacable e ineludible ley física: todo lo que sube, baja. Yo, sin
renegar de estos dos argumentos que para mí participan de la que es
la causa principal de estos resultados, pienso que la clave la
podemos hallar siguiendo la lógica argumentativa del que fuera su
número 3, Juan Carlos Monedero, quien anunció su dimisión al
“sentirse traicionado” y tras afirmar que en Podemos “importa
más un minuto de televisión que reunirse con los círculos”.
Estas palabras, dichas en caliente, no sirven de cara al espectro
público para nada más que para sembrar la polémica y crear una
nube de artículos en los principales periódicos de la derecha
mediática. No obstante, contienen en sus estratos la clave que
explica el fracaso de la formación en las encuestas. Y es que Pablo
Iglesias podrá atribuir esta situación a la enorme presión
mediática y a la campaña de difamaciones a la que están expuestos,
y no le faltará razón. Él dice que Podemos se encuentra “en un
escenario de guerra de trincheras en invierno”. Que cuando
prácticamente tenían tomada Moscú, llegó el General invierno:
presión mediática, elecciones en Andalucía, elecciones
autonómicas. Y que ahora toca esperar en el frío, el lodo y en el
hielo hasta que llegue el escenario de batalla para el que ellos se
han estado preparando, las elecciones generales. Pero las razones de la
derrota van más allá de las condiciones climatológicas de la
batalla. Sobrevivir o no al invierno depende exclusivamente de los
caminos que decidan tomar y los lugares en que decidan albergar
durante estos meses. En la entrevista que Monedero ofreció en Otra
vuelta de Tuerka, el programa de entrevistas presentado por Pablo
Iglesias, el profesor universitario realizó un lúcido análisis de
la situación política así como de la estrategia comunicativa que
ha seguido Podemos durante los últimos meses, y que da sentido y
coherencia a las efusivas declaraciones que realizó tras su
dimisión.
La apuesta de Podemos
desde el principio siempre fue ganar las elecciones. Cuando tras
conocerse los resultados del 25 de mayo, el líder de Podemos,
partido que con apenas unos meses de existencia consigue 5
eurodiputados, sale a dar su discurso con cara de pocos amigos
diciendo que el resultado es insuficiente y que el objetivo es ganar
las elecciones porque de otro modo no se puede cambiar el país, la
primera reacción natural de cualquier ciudadano, resignado y
acostumbrado al bipartidismo después de tantos años, es la de
reirse: “¿estos que van, de sobradillos? Menudos ilusos”. Pero
tras la reacción inicial, el siguiente pensamiento es: “¿Qué
coño? Que estos no son UPyD, que estos van en serio”. Y entonces
miras las encuestas y ves que el partido empieza a subir como la
espuma. Y es que no es casualidad que los líderes de Podemos sean
doctores expertos en ciencias políticas y con algún que otro máster
en comunicación. Aquí los “novatos”, los “frikis” o los
“perroflautas” sabían a lo que jugaban. Pero, tras el empujón
inicial, ¿Cómo hacer para seguir planeando en el cielo?
A Pablo Iglesias, como a
cualquier experto en política, le encanta citar a Gramsci y su
guerra de posiciones. Yo ni soy experto en política ni me he leído
a Gramsci, pero entendí perfectamente a qué jugaba el politólogo
cuando en la entrevista a Julio Anguita le explicaba el porqué del
polémico gesto que tuvo con el rey Felipe VI en su visita a Bruselas
al regalarle la serie “Juego de Tronos”. Cito:
“La visita del rey al parlamento europeo nos coloca en una situación muy difícil. Allí debo saludar al Jefe del Estado, colocado como uno más de todos los eurodiputados. Había dos opciones: la opción de la izquierda, la cabeza como una avestruz, no estamos aquí, no le hacemos juego al Jefe del estado. Si nosotros hacemos eso, inmediatamente nos dicen, estos no pueden gobernar puesto que son incapaces de participar en un acto institucional, forman parte de los márgenes del sistema, son testimoniales. O estaba la opción B, saludar como todos los demás, y entonces nos convertimos en la casta y aparecemos en la foto con el resto de partidos políticos. Al final tuvimos que inventar una tercera vía, que es como que sí que estamos pero nos saltamos el protocolo y nos inventamos la cosa de Juego de Tronos para crear un debate que incomode y decir, bueno, estamos en la foto, pero sin dejar de mantener ese estilo plebeyo que nos caracteriza”
“La visita del rey al parlamento europeo nos coloca en una situación muy difícil. Allí debo saludar al Jefe del Estado, colocado como uno más de todos los eurodiputados. Había dos opciones: la opción de la izquierda, la cabeza como una avestruz, no estamos aquí, no le hacemos juego al Jefe del estado. Si nosotros hacemos eso, inmediatamente nos dicen, estos no pueden gobernar puesto que son incapaces de participar en un acto institucional, forman parte de los márgenes del sistema, son testimoniales. O estaba la opción B, saludar como todos los demás, y entonces nos convertimos en la casta y aparecemos en la foto con el resto de partidos políticos. Al final tuvimos que inventar una tercera vía, que es como que sí que estamos pero nos saltamos el protocolo y nos inventamos la cosa de Juego de Tronos para crear un debate que incomode y decir, bueno, estamos en la foto, pero sin dejar de mantener ese estilo plebeyo que nos caracteriza”
Muy bien, ni contigo ni
sin ti: esto es Gramsci, o Habermas, o Marx o qué se yo. A mi no me
gustan los viejos referentes intelectuales, que -primero- la mayoría
nunca se ha ensuciado en el fango y -segundo- hablan de otras épocas
y a lo mejor se descojonarían (o se alarmarían) si, desde su tumba,
se percataran de según qué
interpretaciones. Frente a todos ellos, mi referente es Anguita,
quién respondió: “¿Qué hacía yo? Cuando llegaba el Jefe de
Estado al Congreso yo me ponía de pie y no aplaudía. ¡No aplaudía,
eh! Me ponían verde, pero no aplaudía.”
Hacer política para
tratar de ganar está muy bien. Yo tampoco seré de esos que dicen
que la izquierda debe renunciar a llegar al poder porque el poder
está hegemonizado por la clase dominante y blablablá. Yo soy de los
que piensan que se puede hacer política desde abajo y además ganar
unas elecciones. Pero Podemos está empezando a perder sus señas de
identidad, y eso es peligroso.
Monedero en Otra Vuelta de Tuerka
Para entender la
evolución de Podemos desde el punto de vista de Monedero hay que
entender lo que él llama lógica del estado. El profesor concibe el
estado como una engrasada maquinaria que es muy fácil que te termine
devorando. Y eso es así porque la condición representativa del
estado no está pensada para gestionar a las grandes masas si no es a
través de la obediencia. Por eso es más fácil reunirse con el IBEX
35 que con 15 millones de trabajadores. Unos pocos que gobiernan a
otros muchos a través del sometimiento, así está ideado nuestro
sistema. Cuando un partido entra en el aparato del sistema, se pierde
en reuniones con los representantes de la economía, de otros países,
del vaticano, de las grandes empresas, de otros partidos... y se
queda sin tiempo para reunirse con esa mayoría popular para la que
está gobernando. Ese es el problema. Meterte en el aparato del
estado “sin las vacunas necesarias” -advierte Monedero- te
convierte en esclavo de esa lógica y te hace rehén de aquella frase
acuñada por el despotismo ilustrado “todo para el pueblo, pero sin
el pueblo”. Podemos corre peligro de institucionalizarse y eso se
advierte en determinados comportamientos de los que toma parte en su
campaña electoral. Y aquí es donde entra el tema de la televisión.
Podemos prioriza el discurso televisivo por sobre de todas las cosas
y, a través de él, trata de mimetizarse con el actual sistema.
Adaptarse a las reglas del juego, en vez de intentar cambiarlas, por
miedo a perder votos. Pero el miedo también se paga. La estrategia
comunicativa de Podemos implica dos cosas, que son las que critica
Monedero. Por una parte, pasar mucho tiempo en la televisión,
perdiendo el contacto con las bases, hecho que se relaciona con todo
lo anteriormente relatado. Por otra parte, el hecho de moderar su
discurso, siguiendo las directrices de Errejón. Esto, en un
principio, podía ser efectivo porque así se recogía gran parte del
voto indeciso, o el de esa gran masa de la población sin grandes
conocimientos políticos que aceptan cualquier discurso de cambio
(muchos de ellos votaron al Partido Popular en las elecciones de
2011). Pero ¿qué ocurre? Que llega otra fuerza con más carisma,
que sabe representar mejor esa indignación y que, además,
da menos miedo. Porque sí, muchos de los que iban a votar a Podemos
se van a pasar a Ciudadanos porque “da menos miedo”. Así
funciona ese segmento de la población. Y mientras tanto, hay otro
segmento de la población, más politizado, que Podemos no valoró lo
suficiente, bien porque pensaron que eran minoría -que no lo creo- o
porque creyeron que entenderían su estrategia y les serían fieles,
obviando que existen más fuerzas políticas bien de izquierdas o
bien que promulguen la regeneración democrática. Y por ese lado
también cayeron algunos. Podemos sacrificó su discurso para tratar
de posicionarse, pero a la vez volcaron sus esfuerzos en trasladarse al espacio televisivo. Y por ello mismo han caído
presos de la volatilidad inherente a la televisión. Pregúntenle a
cualquier actor de Hollywood o a las bailarinas de Broadway, lo dicen
todos los grandes del mundo del espectáculo: un día estás arriba,
el otro estás abajo. En otras palabras: ellos mismos se lo han
buscado.
¿La solución? El mismo
Monedero lo propone. Dejar de centrar sus esfuerzos en querer
“representar” el espíritu para directamente “ser”, “formar”
el espíritu. Hay que “trasladar” el espíritu, no a la
televisión, si no a la población. No se trata de “cartografiar”
el mapa sino de “explorarlo”, abrir nuevas vías, buscar
soluciones a través del contacto y fomentando la participación
ciudadana. En definitiva, volver a los orígenes.
Y para terminar, me quedo
con la canción que el profesor recomienda, así como con las palabras
con las que cierra la excelente entrevista: “Frente a esa idea del
significante vacío de Laclau, donde tienen que vaciarse los
contenidos para que todo el mundo se equipare en ellos, me gusta
mucho más la propuesta de la traducción: escuchemos todas las
quejas y veamos cual es el hilo que las une”.
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