El 2 de febrero de 1999
Hugo Chávez fue elegido presidente de la República Bolivariana de
Venezuela. Las tonadas llaneras de Simón Díaz resonaban por las
calles de un país ansioso de romper con décadas de servilismo y
dictaduras, de un pueblo donde el eco de Cuba y la espuela de
Salvador Allende había calado en lo más profundo de su corazón.
Fue tal la fuerza arrolladora de ese espíritu incandescente que un
país hasta entonces ignorado por los medios de comunicación
europeos se ha convertido hoy en objeto de debate político. El
proyecto forjado en el país hispanoamericano ha sido frecuentemente
desacreditado en los medios de comunicación y, pese a que todos los
organismos internacionales alaban su proceso democrático, sobre el
ambiente prima la sensación de que Venezuela es una dictadura donde
no se respetan los derechos humanos.
Este miércoles el equipo
de En tierra hostil
se adentró en el país latinoamericano para tratar de enseñarnos la
realidad que allí se vive. El programa se grabó hace más de seis
meses, pero se emitió este miércoles, a apenas cuatro días de las
elecciones andaluzas y cuando el debate político está a la orden
del día. A pesar de esta incómoda coincidencia y de la línea
editorial que sigue el grupo Atresmedia, decidí otorgar a Alejandra
Andrade y Jalis de la Serna el beneficio de la duda. Así que abrí
una lata de cerveza y me puse delante del televisor. El programa me
dejó sensaciones agridulces y, al margen de su interés
periodístico, me preocupa el peligroso potencial que entraña su
traducción al terreno político. Los problemas que el país
presidido por Maduro se relatan en En tierra hostil (A
partir de ahora, ETH) se aglutinan básicamente en dos
pilares: la violencia y la escasez. Aproximadamente la primera mitad
del programa trata el tema de los secuestros y la violencia en las
calles. Sin duda el tratamiento que se ofrece de este tema es
absolutamente desafortunado. El trabajo periodístico se reduce a
entrevistar a dos testimonios (secuestrados y secuestradores)
ultimando hasta el más mínimo detalle de la desagradable
experiencia. Todo ello aderezado de una música “terrorífica” y
de una voz en off que se aseguraba de poner sobre la escena esas
cosas que el espectador espera ver aunque no existan (hay “miedo a
hablar” pese a esto
o pese a que unas horas después las cámaras grabaron un debate
abierto en la calle en que un defensor del chavismo es rodeado y
amedrentado por los detractores; las cámaras mostrando un intercambio de
divisas en una aduana ¡qué escandaloso!). Lo que ocurre es que, pese
a la estética hitckocniana, se objetan datos importantes. Basta con
consultar las ciudades con las tasas de criminalidad más altas del
mundo para desmontar todo este enfoque sensacionalista. Porque, si
bien Caracas es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, 44 de las
primeras 50 ciudades que lideran el ranking son latinoamericanas. De
estas, cinco son venezolanas. Pero seis son colombianas, nueve son
mexicanas y -atención- dieciséis son brasileñas, tres países que
no pertenecen al, digamos, “eje bolivariano”, sino que están más
bien alineadas con el modelo capitalista implantado por Estados
Unidos quién, por cierto, también presenta dos ciudades en el
ranking. Así que, digo yo, que el problema de la criminalidad no
será cosa de Chávez o Maduro, sino que parece más bien un problema
crónico instaurando en toda América Latina.
El segundo problema que
refleja el equipo de ETH es el problema de escasez que provoca largas
colas frente a los supermercados del estado, que regulan los productos básicos. Llegados a este punto del programa, me hizo bastante gracia
como en Twitter -soy bastante aficionado a seguir este tipo de
programas al lado de Twitter: nuevos modelos de consumo que surgen de
la convergencia digital- muchos de los que se habían quedado a gusto
rajando de la primera parte del programa, ahora se quedaron
absolutamente mudos, quizás rendidos ante la evidencia. Todavía
quedaba gente cegada que se negaba a entender que en Venezuela hay
problemas y muy gordos. En ese sentido, me alegro de que ETH
fulminara todas esas versiones paradisíacas del país socialista.
Ahora bien, de nuevo el enfoque del programa me pareció escaso y
falto de rigor periodístico. Me alegro de que las cámaras grabaran
las colas, bien, ¿y ahora, qué? En Venezuela hay escasez ¡ya lo
sabíamos! Hay secuestros ¡Por supuesto! Y vosotros, como
periodistas de investigación ¿qué podéis aportar que no se haya
repetido ya hasta la saciedad? Nada, según parece. ETH Venezuela es
un programa que se dedica, fotograma tras fotograma, a mostrarnos
carnaza y a mantener la tensión del espectador: un estupendo
ejercicio audiovisual, pero de nula transcendencia periodística.
Habéis dedicado vuestro tiempo a mostrarnos el qué, ¿qué hay del
porqué? Hay una carencia inaudita de datos aportados de fuentes u
organismos fiables y de testimonios contrastados -aparte del genial
intelectual y experto en geopolítica Bertín Osborne- que propicien
un debate equitativo. Datos como el de la pobreza extrema o la
mortalidad infantil que desde la llegada de Chávez se han reducido a
la mitad, o el acceso a la educación que ha quedado garantizado para
toda la población. No lo digo yo, lo dicen los indicadores oficiales
de organizaciones como la ONU, UNICEF o el Banco Mundial. Además, la
tasa de desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, ha descendido
hasta situarse en 0,382 puntos, la tasa más baja de toda América
Latina, no muy lejos de la puntuación que obtiene España (0,350).
No se realiza ningún
esfuerzo en algo que es muy importante, y es la contextualización de
la escena.¿Cómo estaba Venezuela antes de la llegada de Chávez y
cómo está ahora? ¿Cuál es su situación comparada con el resto de
países de latinoamerica? ¿Cuáles son los motivos de la escasez: la
política económica del gobierno o un saboteo y acaparamiento de los
empresarios para crear el caos? Mientras no se plantee un debate de
tal riqueza yo, ya no como estudiante de periodismo, sino como
ciudadano, no puedo integrar un reportaje como el de ETH dentro de un
discurso político. El problema llega cuando uno ojea Twitter y ve la
cantidad de mensajes que surgen descalificando a Podemos a raíz de
la emisión del programa. Entonces es cuando uno entiende que la
premeditada campaña mediática contra Venezuela tiene unos efectos
persuasivos más eficaces de lo que en un principio podía parecer.
¿Por qué Venezuela?
¡Nadie se lo pregunta! Y eso es porque estamos sometidos a un
bombardeo tan incesante de información, que no nos queda tiempo para
reflexionar y para preguntarnos las cosas. En España, demasiado
acostumbrados al sensacionalismo, hay un error crónico en la
decodificación de lo político. Exigimos muy poco a la caja tonta,
tenemos un déficit terrible de espíritu crítico y así es muy
complicado que ese tan anhelado cambio llegue algún día.
He leído tu artículo. Hoy los lectores tendrán variedad y riqueza en el debate sobre Venezuela. Eso es bueno. Te responderé esta noche cuando llegue a casa, ahora estoy en Madrid preparándome para la llegada de las marchas por la dignidad. Espero verte por allí.
ResponderEliminarYo tampoco!! :)
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