31/7/15

El océano de noche

Caminaba sin rumbo, observando los adoquines que tarde o temprano apresaría bajos sus pies. Guardaba en su rostro una expresión de letargo. Por su mente circulaban miles de pensamientos, a cada cual con más resentimiento y tristeza.
Miró la señal con el nombre de la calle. Se encogió de hombros; no sabía dónde estaba. Se limitó a girar a su izquierda, dirección al bosque que bordeaba toda la ciudad costera. La vegetación, quemada por el sol y la salinidad del aire, crujía bajo el peso de Nelly. Aquel bosque lo conocía como la palma de su mano, a diferencia de los callejones. Eso le gustaba; porque los árboles no cambian de manera brutal de un día al otro, ni se colocan carteles de neón distintos cada semana ni corría el bullicio de la gente.
La tierra se enternecía a cada paso y el rumor de las olas no tardó en llenar los oídos de Nelly. Sin detenerse, abandonó las chanclas entre la arena y siguió recto hasta la orilla. Se sentó con las rodillas próximas al pecho, a una distancia prudente del agua aunque fue inevitable que alguna ola llegara con más fuerza y le salpicara los dedos.
Durante un largo rato, perdió la mirada en el horizonte que despedía el Sol. Una débil tajada de luz comenzaba a tomar voz en aquella pronta noche. Cerca de la menguante luna, Venus brillaba con furor. Nelly tenía la cabeza vacía, una neblina que le impedía recordar su enfado y en cierto modo la calmaba.
Suspiró inconscientemente. A su espalda, una voz le dijo:

- Sabía que estarías aquí

Nelly giró vagamente la cabeza y la ladeó.

¿Qué hubieras hecho si no me hubieses encontrado aquí?

Chad se puso a su lado.

-Imposible. Tienes una fuerte tendencia a lugares con ruido y sin personas. Estando en el pueblo de veraneo cerca de la playa, fácil decirlo. - Rió. - “En el ruido no se oyen las palabras”. Siempre dices eso.

Chad no apartaba la vista de su amiga, que seguía enfurruñada sobre sus piernas.

- Bah, conoces algo de mí. Pero sólo eso.

- Mentira, sé muchas cosas más. - Trató de colocar la mano sobre el hombro de Nelly pero esquivó su caricia con la flexibilidad de un gato molesto. Rehusó volver a intentarlo.

- ¿Por ejemplo? - Le hablaba sin mirarlo, hipnotizada por el paisaje.

- Mmm, pues realmente no sé qué decirte. Pero te conozco desde hace años y de veras que eres una chica que-

-¿No crees que somos océanos de noche? - Le interrumpió, escudriñándole con un brillo extraño en los ojos.

-¿Qué? - Se sorprendió Chad.

-Sí, ya sabes – Alzó las manos, señalando frente a sí la vasa extensión de agua – No importa cuánto veamos, sólo avistaremos la superficie, pero el interior oculta tantas cosas... Y que cojas un vaso lleno de ésta agua no implica ninguna sabiduría...

Chad vio en sus palabras un ataque gratuito y decidió permanecer en silencio. Quería contrarrestar a su amiga pero aquella afirmación le dejó atónito. Dejó caer con peso su cuerpo sobre la arena. Mantuvieron aquella esfera más tiempo del que le hubiera gustado. Pasados los primeros minutos, Chad tuvo la sensación de inmersión causada por el rumor de las olas. Cuando notó que su mente rozaba el limbo del sueño, se desperezó estirándose y miró con los ojos entrecerrados de cansancio a Nelly, que seguía inmóvil como una estatua. Chad suspiró, levantó la mirada y se vio sorprendido por un desfile de estrellas. Contuvo el aire y rozó el codo de Nelly. Ella se giró, aletargada. No comprendía el gesto de Chad, levantando la barbilla y dándole cortos y rápidos toques en el brazo, hasta que dijo:

-Mira. El cielo.

Nelly no se había dado cuenta de las luces que se habían encendido sobre su cabeza. Sonrió; nunca había visto tantas.

-Eso es lo que veo cuando te miro, Nelly. Eres una gran persona y todos esos puntitos brillantes que ves, son algo bueno de ti. Y la oscuridad no es el contrario, son las cosas que desconozco. Quizás te pediría que me mostrases todo aquello que no se ve, pero me conformo con esta maravilla. 

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