El
cuarto de color un blanco hiriente a la vista exhalaba un duro y
reconocible olor a desinfectante. Toda la familia estaba espectante,
mientras David intentaba probarle al médico que él no podía ser
senil a tan temprana edad, ni que había tomado estupefacientes y/o substancias extrañas, ni se había golpeado. Él lo había visto,
estaba seguro de ello.
-Señor
Strake, ¿en qué situación se encontraba usted cuando
"supuestamente" lo vio?- Preguntó el doctor Louis,
alargando las dos últimas palabras.
-¿De
verdad hace falta que lo diga frente mi familia? ¿Trata usted de
humillar o qué? - Replicó David, alzando la voz, a la par que
señalaba a su prole. La pequeña Marie se estremeció y se aferró
al cuerpo de su madre. David se arrepintió de ese gesto tras ver la
reacción de su hija. ¿En serio creían que él estaba demente?
-¿Acaso
tiene algo que ocultar?- Dijo Louis, alternando miradas con David y
Claire, la mujer de éste.
-Pues
la verdad es que no. Pero, ¿Esto no forma parte de su trabajo? ¿Por
qué lo hace precisamente delante de mi propia familia?
-En
busca de pruebas verídicas; lugar, situación, hora... ¿Va a
relatar su versión de los hechos o tengo que enviarlo directamente a
un manicomio con diagnóstico "grave"?
-De
acuerdo, de acuerdo. Pues ocurrió... Ayer, cuando-
-Cielo,
has pasado cinco días inconsciente - Interrumpió Claire.
-B-bueno,
eso no me lo esperaba- Balbuceó David, confuso. -Entonces fue hace
seis día por la noche. Llovía y había un cierto viento a ratos-
-¿Es
cierto eso, Claire?- Louis la interrogaba con la mirada. Ella
asintió.
-Mira,
tan loco no debo
estar para no
haber pensado que caían peces del cielo...
-Señor
Strake, continue y no se limite a hacer comentarios estúpidos.
La
frustración y el odio se apoderaban de él y hacían llamear el
fondo de las pupilas de David. Maldito incompetente, pedante
sabelot--
Eso es, así, deja que te carcoma. Esos ilusos no te comprenden.
David
abrió los ojos sorprendido y asustado. ¿De dónde provenía esa voz
tan profunda?
-¿L-lo-lo
habéis oído? ¿Verdad?- Su rostro se había descompuesto y ahora
realmente parecía un verdadero loco. Louis apuntó en su libreta:
"Sufre episodios de delirio."
-Por
favor, David, continua.
Dudó
un instante, y con voz temblorosa, prosiguió.
-Bueno,
estaba en mi despacho. Escribiendo. Ya sabe...Soy escritor...
-Sí,
sí, el mismísimo autor de"Al despertar", un libro
muy bueno. Siga. -Ordenó, áspero.
-Exacto...
-Frunció el ceño- El caso es que a pesar de la lluvia, que era
bastante débil, abrí la ventana porque sentí que me estaba asando.
Me pareció extraño ya que mi despacho es uno de los lugares más
fríos de la casa.- Claire asintió, dando el visto bueno. Louis
escribió “Episodios de calor".- Pero no dejé
totalmente la ventana al descubierto, si no que coloqué la cortina
delante. Así entraba el fresco y a la vez, evitaba el viento. Me
volví a sentar frente la ventana, donde se encuentra el escritorio,
e intenté seguir escribiendo, pero me veía reflejado en la
cristalería de la ventana, y cual niño pequeño, comencé a hacer
muecas. Era muy absurdo y cómico. Me sentía bien. Me levanté
repetidas veces a acariciar a Tom, nuestro viejo San Bernardo, que
estaba soñando a ratos y se movía en sueños y gimiendo sobre el
sofá del despacho. Tras golpearle amistosamente las costillas del
perro, volví a la mesa y cuando quise volver a escribir, me
sentía...Abrumado, mareado, distante. En el reflejo del cristal ya
no me fijaba en mis pantomimas, sino en la oscuridad de mi alrededor.
Sentía que los muebles crujían más fuerte, que las ramas
arrascaban más deprisa la fachada de la casa... Creí ser un niño y
ver un monstruo en cada sombra. Comencé a sudar y a respirar con
dificultad. Me giré con la esperanza de o no encontrar nada o ver un
espectro y acabar con todo de una vez. Esperaba ver una bestia
espantosamente peluda, enorme, con colmillos saliente, un hedor
insoportable... Y sin embargo, lo que vi...Lo que vi... No parecía
ser un monstruo...Quizás un ser salido de un callejón sin salida,
pero no del infierno.
-¿Qué
aspecto tenía, David?
-Pues,
pues, le encontré sobre-
Ah, no, chico malo. Eso no se hace.
David
comenzó a convulsionar. Marie chillaba de terror y Louis gritaba al
pasillo, pidiendo un sedante y morfina. El ruido comenzó a
propagarse por el hospital plagado de ancianitos. David emitía
ruidos extraños; un hilillo espeso surgía de la comisura de sus
labios. Sus ojos se inyectaron en sangre.
No es nada personal, David. Es...Para salvar mi imagen. Ya sabes.
-D-D-avid,
cálmate... Si lo que quieres es que te creamos, lo has conseguido.
Te creemos, pero deja el jueguecito ya. -Louis se lo dijo como un
entrenador le habla a un perro cuando gruñe y está dispuesto a
morder. Se le veía el pánico en los ojos. Tenía la frente húmeda.
Las manos le resbalan.
Es cierto. Éste tío es un incompetente. Lo tendrías crudo si quisieses que te salvase.
"Suéltame,
ser. Suéltame ya" gritaba la mente de David.
Acabemos con esto.
-IROS.
Iros de aquí, dejadme a solas- Emitió un voz procedente del cuerpo
ensangrentado de David. Una voz ahogada, llena de dolor y miedo.
Y
obedecieron. Aunque Louis tenía la idea de volver a entrar y
asaltarle con las inyecciones de morfina y sedantes.
"¿Qué
quieres de mí, ser?" suplicaba, el verdadero David,
mentalmente.
Oh, nada. Es mi ocupación.Y por favor, no me llames así, suena muy... Simple. Haz el favor de llamarme "amo".
Se
dejó ver. Una enorme sonrisa, con unos labios de carmín claro,
natural; un color de piel inhumano, demasiado lívido. Tenía el
aspecto de una persona normal. Unas mejillas demacradas pero
atractivas. Vestía un traje raído y largo. Flotaba en el aire, de
lado, como si estuviese tumbado, con una pierna flexionada encima de
la otra, totalmente estirada. Y con la mano contraria al pie
flexionado, se sujetaba la barbilla. Tenía un aspecto juvenil pero a
la vez maduro. Unos ojos verdes, levemente ocultos por un flequillo
oscuro.
¿No me esperabas así? Sé lo que se siente. Las citas a ciegas es lo que tienen.
Al
sonreír, se le marcaba un hoyuelo en la barbilla. Se acarició el
perfil de sus dientes blancos con su lengua puntiaguda.
Manos a la obra.
"Espera,
¿qué--"
Se
alzó. Sus pupilas se dilataron. Bajó por una escalera de aire
invisible, con sus oscuros y pulcros zapatos de cuero negro, con el
estilo de un caballero que invita a la dama más hermosa de la fiesta
a bailar, así, con una mano en el bolsillo y la otra tendida. El
conducto de suero de la muñeca se le despegó. Él puso su mano
encima del pecho, agarrotó los dedos y con una fuerza invisible,
arqueó la espalda de David, llevándose consigo lo que vino
buscando: Su alma.
Chasqueó
los dedos y dejó sobre la mesilla una nota. Abrió la ventana, se
subió al alféizar, se dejó caer, despareció, con su trofeo,
dejando tras de sí un cuerpo inerte, una carta y una risa malévola.
Al
rato, Louis entró con un grito de guerra y armado con jeringuillas.
Allí sólo había el siniestro escenario de una cama ensangrentada,
el eco de la risa y una nota sobre la blanca mesilla.
La
carta decía:
Humanos, vuestra negligencia os llevará a la perdición. No sólo no habéis sido capaz de creer a un ser al que supuestamente queréis, sino que incluso le habéis etiquetado de loco.
En cuanto a usted, doctor, es el más estúpido entre un reino de imbéciles. Desde un principio se lo tomó como un juego. Poli bueno y poli malo, ¿eh? Y luego los del infierno somos las bestias. Ya nos veremos en un futuro.
Y recordad, temed a las sombras. Tened miedo. Es la protección natural ante lo que desconocemos, no lo ignoréis. Sólo conseguiréis que bestias como yo y otros tantos vengan a alimentarse de vuestra pobre alma. La oscuridad todavía no ha hablado. No os confiéis, necios e impuros.
Con
cariño: Gray.
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