Unas vista majestuosa posaba bajo el retículo metálico y te
ofrecía maravillosos resquicios de vida eterna y plenitud en cada
tallo de horizonte infinito que movía las fibras de tu ser. Toda
París se alzaba ante ti como una fiel servidora. Tus pupilas
reflejaban el rostro de una ciudad, de una historia forjada a través
de los siglos y encauzada por venturosos ideales, líderes, luchas,
muertes, sangre y revolución. El calor de la revolución. En un
pequeño estadio, unos cuantos jóvenes jugaban un partido de fútbol.
Tú los examinabas embelesada ¡Qué tan pequeños eran! Tan
jodidamente pequeños como lo fueron Marat o Robespierre, como
lo fue el imperio de Napoleón o aquellos que lucharon por defender
el gran sueño obrero en el año 1871. Todos hormigas desde allá
arriba, todos marionetas del destino, que cumplen sus roles ingenuos,
simples piezas de un tablero que oculta en su amplia holgura y
magnitud el sonido de las espadas, el furor de la batalla y el
infausto precio del cambio.
La torre Eiffiel ha sido testigo directo del inicio de nuestra
civilización. La atalaya de hierro observó nacer un prometedor
modelo de vida, la gestación de nuevas ilusiones y el crecimiento de
un sistema de valores y de una cultura que han modelado nuestra
sociedad y han definido nuestro papel en ella durante los últimos
tres siglos. Hoy París, símbolo de libertad, símbolo de identidad
artística y cultural, símbolo de símbolos, es la viva imagen de la
decadencia de la Ilustración. De una ciudad que fue la capital del
arte y la literatura y que hoy se ha quedado sin musas y sin
inspiración. De una ciudad que se creía portadora de los ideales de
libertad, igualdad y fraternidad y que hoy es la meca del racismo y
la islamofobia. Hoy, la ciudad de la luz y del amor,
sólo es una capital más de la vieja y rancia Europa. Con sus
rascacielos, sus emblemas y su centro histórico. Con su bullicio,
sus grafitis y sus traficantes de poca monta. Con sus políticos
corruptos y sus podridas instituciones. Con sus abusos e injusticias
y con el eterno contraste: el de aquellos que toman Pernod-Ricard
en el Jules Verne y aquellos que pintan acuarelas en Le place du
Tertre; estos últimos son los verdaderos artistas.
Aunque pueda parecer extravagante, cuando el ayuntamiento de Madrid,
en base a la solicitud de Cristina Cifuentes, ordenó suspender el concierto del grupo de trash metal vitoriano Soziedad Alkoholika
por supuesto “peligro de alteración del orden público”, pensé
en París. ¡Ay, París, on oublie si vite à Paris! Pensé en
Charlie Hebdo, y en la multitudinaria manifestación que se celebró
en memoria de las víctimas. Allí los teníamos, el ocaso de
occidente posando en una misma
fotografía.
El presidente Hollande, el primer ministro israelí Benjamin
Netanyahu, el Fiscal General de los Estados Unidos Eric Holder o la
canciller alemana Ángela Merkel. Y, por supuesto, el adorable
fantoche, Mariano Rajoy. Todos unidos por la libertad de expresión.
¡Liberté, fraternité, egalité! Que tan hermosos y encomiables
principios. ¿Cuánto ibais a tardar en traicionarlos?
En el comunicado que el grupo de metal ofrece en su página web
se explican a la perfección todos los detalles de la prohibición,
desmintiendo con argumentos todos los puntos de un auto
que está basado, sobretodo, en una denuncia que la Asociación de
Víctimas del Terrorismo interpuso sobre el grupo por enaltecimiento
del terrorismo en el año 2007... una denuncia que ni siquiera
ganaron ¿Cuántos imputados del Partido Popular han abandonado el
partido desde que S.A. demostró en los juzgados la falsedad de éstas
acusaciones?
Pero, ¿a santo de qué se produce ahora este episodio de censura? El
motivo es muy sencillo. Estamos en año electoral, y el Partido
Popular puede rascar muchos más votos de entre los miembros de la
AVT que de entre los fans de S.A. Desde los atentados del 11 de
marzo, esta asociación le ha venido al dedo al Partido Popular para
presionar y acorralar al gobierno de José Luís Zapatero. El partido
conservador ha utilizado una y otra vez el dolor de las víctimas
para hacer propaganda política. No ha sido extraño ver numerosas
banderas franquistas en las manifestaciones convocadas por la
organización que preside Ángeles Pedraza. No en vano, el PP llegó
a ofrecerle un puesto en las listas para las generales. Pero las
relaciones se han enfriado en los últimos meses debido a la
derogación de la dotrina Parot y la excarcelación de diversos
etarras. Sobre la proclama de “yo rompo con Rajoy”, la AVT
convocó en enero de este año una manifestación en contra del
gobierno por lo que consideran ha sido una “traición” a las
víctimas. Y el león mordió al domador. Lo que antaño fue un
poderoso instrumento político para el partido se está convirtiendo
ahora en una seria amenaza. Frente a ello, instruir la censura es la
única solución que un partido como el PP puede improvisar. Forma
parte de su idiosincrasia. Y a base de tapar la mierda con más
mierda, la sociedad acaba hundida en un mar de podredumbre y
estiércol.
Ya no oigo la melodía que a mediados de los años 50 volaba bajo el
cielo de París. No se dónde están los niños, ni los amantes, ni
el acordeón que la gran dama de la canción francesa vislumbró en
aquellos tiempos en que París era París. Ya no sueña el pueblo,
enamorado de su casco antiguo. Ya no fluyen las palabras del filósofo
sobre el lecho del río Sena. Ya no florece la esperanza tras el
cielo encapotado. Hoy se escampa la miseria por los recovecos de tu
barrio. Hoy se pudren los jardines de tu añorada ciudad. No tenemos
remedio ni perdón. Tu suicidio es nuestra condena.
Mais París, c'est París, mon amour. ¿Est-ce que vous n'êtes
pas percevoir l'odeur?¿Ne pouvez-vous le sentir? C'est l'essence,
c'est l'esprit. Vous ne comprenez pas.
Com sempre una exposició clara, neta i fresca....com París!!!
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