7/3/15

Jorge Negrete - Tequila con limón






Sobre el ritmo azuzado que imponen vihuelas y guitarrones, bajo timbre y tesitura de cantantes como Jorge Negrete se ha cocido en México la historia y el patrimonio de todo un pueblo. En los albores del siglo XX, el triunfo de la revolución derrocó el régimen de Porfirio Díaz y devolvió la soberanía de la nación a sus campesinos. Desde entonces, sombrero de paja, un chupito de tequila y rastrillo en mano, agricultores y campesinos han estado sudando para poner sobre la mesa un plato de huarache, picadillas o enchilada. Desde primera hora de la mañana, sobre los primeros retazos de sol y con la única ayuda de los bueyes para jalar su arado y de la música ranchera para avivar su alma. México es uno de los principales productores e importadores de maíz del mundo. Más que eso, este cereal es el principal cultivo del país, y está presente en casi todos los platos de su dieta. Para ellos, el maíz es algo más que un simple alimento: es algo sagrado, patrimonio cultural, al que además se le atribuye propiedades curativas. Hay, de hecho, más de 60 tipos de maíz registrados. El maíz blanco es vida, el maíz rojo es sangre y el negro es la tierra, mientras que el amarillo significa abundancia. Pero un nuevo maíz amenaza a la vida, a la sangre y a la tierra y, desgraciadamente, pretende ser él la abundancia. Un nuevo maíz que no tiene vida ni espíritu, que es extraño para estos campesinos que llevan toda su vida labrando la tierra: el maíz transgénico




Campesino mexicano recogiendo maíz transgénico



En el año 2008 se estrenó el documental de Marie Monique Robin El mundo según Monsanto. El reportaje enseña el proceso de investigación llevado a cabo por la periodista francesa para relatar todos los abusos y los crímenes a la tierra cometidos por la multinacional Monsanto, proveedora de productos químicos para la agricultura -herbicidas, insecticidas- y de semillas transgénicas. Monsanto se sitúa a la cabeza de la carrera biotecnológica y es una de las empresas más rentables del mundo. Además, ostenta el monopolio absoluto de los transgénicos con un 90% del mercado mundial. Sin embargo, ¿a costa de qué?

El producto estrella de Monsanto es Round-up, el herbicida más vendido del mundo. Rocíe su plantación con Round-up y no quedará ni rastro de malas hierbas durante toda la temporada. ¿¡Cómo es eso posible!? Sencilla y llanamente porque Round-up es un herbicida total, todas sus plantas morirán, y su suelo quedará severamente dañado. Entonces, ¿cómo va a sobrevivir mi maíz, mi soja o mi algodón? Aquí es donde entra la biotecnología, pues la compañía ha centrado todos los esfuerzos de su investigación científica en desarrollar semillas resistentes a su spray mágico. Y aquí es donde viene la segunda parte de la historia, con Monsanto dedicada a extender por todos los territorios posibles sus semillas transgénicas, alegando los múltiples beneficios de la biotecnología. ¿Podemos fiarnos de la benevolencia de esta amable empresa? No lo creo, si atendemos a su historia, un pasado repleto de trapos sucios: siempre comprometidos con la carrera armamentística, fabricadores del agente naranja y de productos como el PCB o el POSILAC que han causado miles de intoxicaciones; ninguno de estos hechos han sido criminalizados por las instituciones, Monsanto ha tejido muy bien sus influencias con el gobierno estadounidense y la Food and Drug Administration (FDA) para saltarse todo tipo de controles, a través de sobornos, presiones y puertas giratorias. Y así sigue la multinacional, tratando de dominar la agricultura mundial con sus semillas de laboratorio, destruyendo el trabajo honrado de miles de campesinos del mundo. A pesar de los diversos estudios científicos que aseguran que el Round-up altera los mecanismos que controlan la división celular, con lo que a la larga podría ser cancerígeno. A pesar de que, por mucho que insistan en que la biotecnología conlleva el beneficio económico para todos, en la provincia India de Maharashtra las semillas de algodón transgénico que Monsanto les impuso son conocidas como las “semillas de la muerte” porque ha empobrecido y endeudado a los campesinos de la región y la tasa de suicidios ha aumentado de forma alarmante.



Semillas de algodón transgénico en Maharashtra



Siete años después de la publicación de el libro y documental homónimo El mundo según Monsanto, el mundo sigue a merced de Monsanto. En los últimos cinco años han obtenido 15800 millones de dólares en ventas con un crecimiento del 50%. La mayoría de sus ingresos provienen de Latinoamérica. Sólo en Argentina, Bolivia Brasil, Uruguay y Paraguay se plantaron se plantaron 50 millones de hectáreas de soja transgénica en el año 2013. En Europa han tenido una lucha encarnizada con las organizaciones ecologistas y se han gastado millones de euros en campañas de marketing, implantación, procesos judiciales y acciones de lobby para conseguir la aceptación de sus productos en el continente. Finalmente, parece que la situación ha quedado resuelta con la decisión de la UE de no unificar su política sobre cultivos transgénicos, permitiendo a cada país decidir si quiere o no prohibir los cultivos modificados. La mayoría de países de la Unión Europea se han posicionado en contra de los transgénicos, y seguramente Monsanto tendrá que retirar sus productos de la mayor parte del continente. No es el caso de España, un país donde la empresa ha encontrado el pleno apoyo político (que no el de los agricultores). España representa el 90% del cultivo del maíz transgénico en Europa, y la multinacional estadounidense ha instalado recientemente cuatro centros de investigación para el desarrollo de nuevos productos. Una vez más, se demuestra que somos “muy europeos” sólo para lo que nos interesa.






 

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