Sobre el ritmo azuzado
que imponen vihuelas y guitarrones, bajo timbre y tesitura de
cantantes como Jorge Negrete se ha cocido en México la historia y el
patrimonio de todo un pueblo. En los albores del siglo XX, el triunfo
de la revolución derrocó el régimen de Porfirio Díaz y devolvió
la soberanía de la nación a sus campesinos. Desde entonces,
sombrero de paja, un chupito de tequila y rastrillo en mano,
agricultores y campesinos han estado sudando para poner sobre la mesa
un plato de huarache, picadillas o enchilada. Desde primera hora de
la mañana, sobre los primeros retazos de sol y con la única ayuda
de los bueyes para jalar su arado y de la música ranchera para
avivar su alma. México es uno de los principales productores e
importadores de maíz del mundo. Más que eso, este cereal es el
principal cultivo del país, y está presente en casi todos los
platos de su dieta. Para ellos, el maíz es algo más que un simple
alimento: es algo sagrado, patrimonio cultural, al que además se le
atribuye propiedades curativas. Hay, de hecho, más de 60 tipos de
maíz registrados. El maíz blanco es vida, el maíz rojo es sangre y
el negro es la tierra, mientras que el amarillo significa abundancia.
Pero un nuevo maíz amenaza a la vida, a la sangre y a la tierra y,
desgraciadamente, pretende ser él la abundancia. Un nuevo maíz que
no tiene vida ni espíritu, que es extraño para estos campesinos que
llevan toda su vida labrando la tierra: el maíz transgénico
Campesino mexicano recogiendo maíz transgénico
En el año 2008 se
estrenó el documental de Marie Monique Robin El mundo según Monsanto.
El reportaje enseña el proceso de investigación llevado a cabo por
la periodista francesa para relatar todos los abusos y los crímenes
a la tierra cometidos por la multinacional Monsanto, proveedora de
productos químicos para la agricultura -herbicidas, insecticidas- y
de semillas transgénicas. Monsanto se sitúa a la cabeza de la
carrera biotecnológica y es una de las empresas más rentables del
mundo. Además, ostenta el monopolio absoluto de los transgénicos
con un 90% del mercado mundial. Sin embargo, ¿a costa de qué?
El
producto estrella de Monsanto es Round-up, el herbicida más vendido
del mundo. Rocíe su plantación con Round-up y no quedará ni rastro
de malas hierbas durante toda la temporada. ¿¡Cómo es eso
posible!? Sencilla y llanamente porque Round-up es un herbicida
total, todas sus plantas morirán, y su suelo quedará severamente
dañado. Entonces, ¿cómo va a sobrevivir mi maíz, mi soja o mi
algodón? Aquí es donde entra la biotecnología, pues la compañía
ha centrado todos los esfuerzos de su investigación científica en
desarrollar semillas resistentes a su spray mágico. Y aquí es donde
viene la segunda parte de la historia, con Monsanto dedicada a
extender por todos los territorios posibles sus semillas
transgénicas, alegando los múltiples beneficios de la
biotecnología. ¿Podemos fiarnos de la benevolencia de esta amable
empresa? No lo creo, si atendemos a su historia, un pasado repleto de
trapos sucios: siempre comprometidos con la carrera armamentística,
fabricadores del agente naranja
y de productos como el PCB o el POSILAC que han causado miles de
intoxicaciones; ninguno de estos hechos han sido criminalizados por
las instituciones, Monsanto ha tejido muy bien sus influencias con el
gobierno estadounidense y la Food and Drug Administration (FDA) para
saltarse todo tipo de controles, a través de sobornos, presiones y
puertas giratorias. Y así sigue la multinacional, tratando de
dominar la agricultura mundial con sus semillas de laboratorio,
destruyendo el trabajo honrado de miles de campesinos del mundo. A
pesar de los diversos estudios científicos que aseguran que el
Round-up altera los mecanismos que controlan la división celular,
con lo que a la larga podría ser cancerígeno. A pesar de que, por
mucho que insistan en que la biotecnología conlleva el beneficio
económico para todos, en la provincia India de Maharashtra las
semillas de algodón transgénico que Monsanto les impuso son
conocidas como las “semillas de la muerte”
porque ha empobrecido y endeudado a los campesinos de la región y la
tasa de suicidios ha aumentado de forma alarmante.
Semillas de algodón transgénico en Maharashtra
Siete
años después de la publicación de el libro y documental homónimo
El mundo según Monsanto,
el mundo sigue a merced de Monsanto. En los últimos cinco años han
obtenido 15800 millones de dólares en ventas con un crecimiento del 50%. La
mayoría de sus ingresos provienen de Latinoamérica. Sólo en
Argentina, Bolivia Brasil, Uruguay y Paraguay se plantaron se
plantaron 50 millones de hectáreas de soja transgénica en el año
2013. En Europa han tenido una lucha encarnizada con las
organizaciones ecologistas y se han gastado millones de euros en
campañas de marketing, implantación, procesos judiciales y acciones
de lobby para conseguir la aceptación de sus productos en el
continente. Finalmente, parece que la situación ha quedado resuelta
con la decisión de la UE de no unificar su política sobre cultivos
transgénicos,
permitiendo a cada país decidir si quiere o no prohibir los cultivos
modificados. La mayoría de países de la Unión Europea se han
posicionado en contra de los transgénicos, y seguramente Monsanto
tendrá que retirar sus productos de la mayor parte del continente.
No es el caso de España, un país donde la empresa ha encontrado el
pleno apoyo político (que no el de los agricultores). España
representa el 90% del cultivo del maíz transgénico en Europa, y la
multinacional estadounidense ha instalado recientemente cuatro
centros de investigación para el desarrollo de nuevos productos. Una
vez más, se demuestra que somos “muy europeos” sólo para lo que
nos interesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario