Recuerdo que una vez le
dije a una persona cercana a mí que ''la palabra es una de las armas
más poderosas del mundo y, si no mides bien lo que dices, puedes
hacer mucho daño a alguien''. Como diría Ryszard Kapuscinski, las
palabras son ''rebeldes'';
''palabras que no van vestidas de uniforme de gala,
desprovistas del sello oficial''.
Son el ''terror de los tiranos'', el ''instrumento de revuelta, de
organización y de lucha contra el cual las armas de poder se revelan
de repente''. Pero las palabras también sirven para pedir disculpas.
Hace
dos semanas escribí uno de mis artículos más personales.
En él, pretendía opinar y ser crítico de una manera un tanto
literaria y con ciertos toques de humor. Algunas personas no captaron
esto. En ese artículo yo hablaba de una fuente que
no podía revelar. Si alguno de los lectores que leyó el artículo
creyó que esa fuente era alguien real, lo siento, pero no. Esa
fuente es la persona que está escribiendo esto ahora mismo: un
servidor. Por eso digo que se trata de un artículo muy literario,
también por su contenido, que deja caer un humor con toques ácidos.
Lo siento, soy así.
No
he venido aquí a vender humo, como harían algunos. He venido a
pedir disculpas a una persona: al locutor al que hacía referencia en
mi artículo. Quiero quedar bien claro -y digo BIEN CLARO en
mayúsculas- que todo lo que escribí sobre él es una completa
basura. Sí, me han leído bien, he dicho basura. Un escritor, en mi
caso, cuando escribe algo mal, debe reconocer que es una basura si
así es. Y un periodista, también en mi caso, debe pedir disculpas
si comete errores a la hora de criticar algo o a alguien, o a la hora
de no contrastar información. Públicamente hay que saber dar la
cara, y yo la intento dar siempre. Por ello, quiero pedir disculpas,
desde este humilde blog y desde estas humildes palabras, al locutor
de la radio de ese lugar del que vengo
-no me malinterpreten algunos con estas palabras-. Lo que dije sobre
este locutor no tenía cabida en el artículo. Lo que expuse es
mentira, información mal contrastada, y por ello asumo mi error.
Siempre he defendido que no se necesitan estudios para hacer lo que a
uno le gusta, y voy a seguir defendiéndolo. Hay algo mucho más
importante que los estudios: la ilusión por hacer lo que más te
gusta. Ahora sé que este locutor de radio está donde está porque
ha perseguido su sueño desde muy joven. Eso es lo que cuenta: tener
ilusión y tratar de conseguir lo que quieres en esta vida.
A
veces soy una persona muy pesada, y me gusta repetir mucho las cosas,
por eso, vuelvo a pedir disculpas al locutor por mis palabras. Quiero
quedar claro que la función que hace la radio en ese lugar
-repito, no me malinterpreten- me parece muy importante, igual que la
del periódico que hay allí.
Yo no soy quién para decir que este u otro trabaja mejor. No, no lo
soy. Soy un chaval de 18 años que a veces se quema con las cosas que
pasan en el mundo, y que, sinceramente, quiere intentar cambiarlo.
Pero me queda mucho por aprender y el camino es muy largo. Para
terminar con este tema, quiero mandar al locutor y a su equipo todo
mi ánimo para que continúen informando a los ciudadanos.
Sé
reconocer mis errores, y los intentaré reconocer siempre. Vamos a
cambiar de tema. Vamos a hablar del famoso pub. Si alguien se sintió
ofendido por mis comentarios, pues lo siento, pero en ningún momento
-y sobre este tema sí que no- falté el respeto a nadie. Quizá, y
eso lo reconozco, fui muy vulgar y no me centré en detalles. Yo no
quiero problemas con nadie, ni con dueños ni con clientes. Eso lo
quedé claro en el artículo que ha causado tanto revuelo. Tampoco
voy contra ningún bar, local, pub del lugar de donde
vengo; al contrario, es una de
las pocas cosas que tenemos los jóvenes para divertirnos, y me
parece estupendo que cada uno se divierta de la forma que quiera.
Vuelvo a repetir que en mi artículo fui claro a la hora de no faltar
el respeto a nadie. Me equivoqué, además, en otra cosa: hablé de
una generación nini.
Grave error. A veces nos dejamos llevar por las palabras y por el
gusto de escribir, y no es hasta tiempo más tarde cuando te das
cuenta de que has cometido algún fallo en tu escrito o de que te
gustaría cambiar algo. Pero lo que está publicado, está publicado,
y queda ahí para siempre, como dije en uno de mis últimos tuits. No
debería haberme referido a una generación
nini, sino que tendría
que haber hablado de una generación anómica.
Me explico. En los comentarios al artículo mucha gente creyó que
yo consideraba ninis a
todas las personas que acudían a ese pub. Y eso no es así. Sé que
hay mucha gente que, al igual que yo, se curra mucho las cosas para
poder sacar sus estudios adelante; también hay gente -y me incluyo-
que ayuda a sus padres en su trabajo o en el campo. Hay mucha gente
con estudios, y gente sin estudios, que va a ese local. Nadie debe
meterse en este asunto, y mucho menos yo. Así que, me disculpo por
mi error. Me disculpo por haber hablado de generación nini
cuando sabía que la mayoría de las personas que acuden a ese local
no son los llamados ninis.
Más adelante explicaré qué entiendo por generación
anómica. Pero no prendáis la
antorcha todavía, aguantad.
En
mi artículo también hablaba de la entrada de menores cuando, en
teoría -o según sé yo-, está prohibido. Ahí fallé también. La
educación depende de tres factores: padres, profesores y los propios
jóvenes. Pero, además, hay otra serie de puntos claves que
configuran la educación de una persona, como pueden ser los amigos o
las relaciones que establecemos con otras personas en nuestra
sociedad. Dicho esto, que se permita la entrada de menores en ese
local es problema, únicamente, de dicho sitio. Que los menores
quieran entrar ahí es cosa suya y de sus padres. Sin embargo, he
visto una serie de cosas con mis propios ojos y también a través de
las redes sociales -los datos están ahí- que me parecen un tanto
aberrantes y depravantes si hablamos de la sociedad en la que
vivimos. Me refiero a fiestas donde la carne
de una mujer, o de varias, e incluso la carne
de hombres está más que presente. En mi opinión, creo que esto no
es sano para ninguna
persona, pero cada uno es libre de hacer lo que quiera. Y este tipo
de eventos o, mejor dicho, de actos, muestran el lado más corrupto
de nuestra sociedad. Y, ojo, la corrupción no solo hay que
relacionarla con los fraudes fiscales, pues existen muchos tipos de
corrupción. A la que yo me refiero es a la corrupción
humana de Occidente, y los actos
que ocurren en ese local son un ejemplo más de esto. Yo entiendo
que, por intereses económicos -o por lo que sea-, el propio local se
haya sentido molesto, pero todo el mundo debería saber aceptar una
crítica y no dejarse caer en el insulto más personal. Sobre estos
actos, que cada uno haga lo que quiera: local, menores y gente que va
con frecuencia a este sitio. No me meto más en este tema. Eso sí,
he visto, por los comentarios que algunas personas dejaron, un ataque
hacia mí a nivel personal que no me ha parecido adecuado. Yo en mi
artículo respeté; está ahí escrito, por si alguien lo quiere
volver a ver. Pero a mí no se me respetó, y desde el minuto uno -e
incluso por Twitter- recibí comentarios insultantes. Y, un consejo,
si se insulta a alguien por lo menos que se insulte bien, y no con
sandeces ni tonterías repletas de faltas ortográficas y sin ninguna
coherencia en el contenido. Por cierto, atacar en lo personal me
parece lo más rastrero y cobarde que hay, así lo digo. Porque, que
quede claro una cosa: algunos creen conocer a las personas, pero en
realidad no tienen ni idea de cómo son, ni de su vida. Me gustaría
relacionar el tema de los insultos con el tema de la libertad de
expresión. Se puede opinar, se puede criticar, pero sin caer en el
insulto. Y, por eso, me hacen gracia -en el mejor de los sentidos-
los anónimos que te atacan personalmente. Creo que esto es síntoma
de cobardía. Vuelvo a repetir que con el artículo de hace dos
semanas no pretendía ofender a nadie ni atacar a nadie. Simplemente,
quería mostrar un ejemplo más de un tipo de cosa que (dentro de mi
idea y de mi opinión) no es bueno para los jóvenes españoles ni
para el porvenir de nuestra sociedad. Espero haber sido claro.
Con
este artículo que están leyendo quería explicar y relajar el mal
ambiente que se ha creado por una opinión sobre un local y sobre el
sitio del que vengo.
El tema del locutor era más serio, pero ya se ha solucionado. Cuando
te equivocas, lo único que te queda, si eres honrado, es saber
reconocer los errores y pedir disculpas. Eso también lo hace un buen
periodista. Y yo creo que aquí lo he hecho: he reconocido los que yo
creo que eran mis errores y he pedido disculpas por ello. Yo soy un
persona trabajadora; a mí el lugar del que vengo
no me ha dado nada, todo lo que tengo ahora se lo debo a mis padres y
a mi esfuerzo por querer seguir luchando en esta vida. Los ''mimaos
de papá y mamá'' son otro tipo
de personas. Yo, desde luego, no.
Antes
de acabar, me gustaría hablaros de un concepto que se ha quedado en
el aire: generación anómica.
La anomia -sin tilde- es un término que nació de la mano del
sociólogo francés Émile Durkheim, y consiste en la pérdida de
valores. Por generación anómica
me refiero a una generación de jóvenes, en su mayoría, que han
perdido los valores más humanos: la sinceridad, la humildad, el
respeto, la propia educación... Y que han dejado paso a una serie de
valores que están desmoronando nuestra sociedad: el chuloputismo,
el egoísmo, el materialismo sexual, la cosificación... y los platos fuertes que lideran estos valores
anómicos: la envidia y la
mediocridad. Con los actos que ocurren en ese local, me parece que
varios de estos valores se promueven. Y yo, qué le vamos a hacer,
soy una persona muy social; es decir, me preocupo demasiado por la
sociedad. Así que creo que este tipo de locales no hacen bien a
nuestra ya malparada sociedad. Pero es una opinión hecha con todo mi
respeto hacia todas las personas que se puedan dar por aludidas y,
por tanto, no tiene que importarle a nadie. Por último, reivindico
el lema revertiano ''sin cultura no hay futuro'', pues creo que la cultura y un cambio de valores es lo que más necesita
nuestra sociedad ahora mismo. Pero es una opinión, nada más.
Guardad
las armas, tranquilos. Espero que todo haya quedado aclarado. El
respeto como base del progreso, del diálogo, de la opinión, de la
crítica, de la educación... De lo que haga falta. Espero que
estemos en paz, porque este humilde escritor deja la historia, y a su
gente, del lugar de donde viene.
Deja a un lado a Jaraíz.
Y
colorín colorado este cuento se ha acabado. FIN.