Terminó la Semana Santa,
el momento litúrgico más intenso de todo el año, momentos de
alegría y procesión, de oración y arrepentimiento aunque la
mayoría de devotos se han centrado, sobretodo y exclusivamente en
celebrar su propia eucaristía. Estos días se nos ha brindado la
oportunidad de reflexionar acerca de Jesús de Nazaret, acerca de la
Iglesia y de nuestros pecados.
Así lo he hecho yo -como buen cristiano apostólico romano- y vengo
aquí a hacer constancia de algunos de los pecados más abominables
que hoy día todavía se cometen en el sagrado nombre de Cristo.
Desde el balcón central
de la basílica de San Pedro y magnificado sobre un baño de masas,
el Vicario de Cristo impartía hace cinco días su tradicional
bendición “urbi et orbi” en la que, una vez más, destacaron sus
palabras de solidaridad, esta vez con el pueblo de Kenia frente al
reciente ataque perpetrado en la Universidad de Garissa. “Je Suis
Charlie Hebdo”, lloraba Europa unos días atrás, pero el suajili
es un idioma demasiado extraño como para inventar un lema, así que
la gente se dejó el postureo para Semana Santa. A la ciudad y al
mundo, hablaba el forofo de San Lorenzo, y hacía bien, porque la
institución que preside toma día tras día decisiones que
perjudican a todos los rincones del mundo, aunque una cosa es hablar
y otra muy distinta es rendir cuentas.
Timoteo dijo “el amor
al dinero es la raíz de toda clase de males” y su sabiduría se
aplica perfectamente si nos referimos expresamente al dinero que se
guarda en el banco del Vaticano. De sobra son conocidas las sinuosas
cuentas del IOR (Instituto para Obras de Religión) que durante
muchísimos años sirvieron para blanquear el dinero de la mafia
italiana. Fue durante la época de Benedicto XVI el Papa que dimitió
por “enfrentarse a las intrigas de la curia”, cuando se produjo
mayor movimiento. El anterior Papa pareció hacer la vista gorda a
estos efectos y centró sus esfuerzos en luchar contra los escándalos
de pederastia. Difícil tener éxito frente a algo que forma parte de
la idiosincrasia vaticana. Dios dijo “no cometerás actos impuros”,
pero no especificó a qué edad deja uno de ser puro.
El Papa Francisco llegó
con su juventud desbordante y sosteniendo la bandera de la
regeneración, aunque muy pronto se topó con el acecho mediático,
que destapó su opaco pasado
al lado de la dictadura de Videla. Pero Isaías dijo “No os
acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis á memoria las cosas
antiguas”. Con sus palabras el nuevo Papa ha acabado con todo
atisbo de duda que pudiera surgir sobre su figura. Palabras de
tolerancia en las que hasta los homosexuales tienen cabida en la
nueva Iglesia, ¿quiénes somos nosotros para juzgar? No somos
obispos de Roma ni el portavoz de Dios en la tierra. Pero Bergoglio
sí, por eso se puede permitir utilizar su imagen para defender un
referéndum homófobo
como ocurriera hace un par de meses en Eslovaquia. Una cosa son las
palabras, otra cosa son los hechos. Por eso también debemos
reconocer los esfuerzos que sí ha realizado el Papa Francisco para
la limpieza del IOR, puesto que en verano del año pasado se nombró
un nuevo presidente
para la institución y se ha creado una comisión especial
supervisada por la Unión Europea para investigar al banco y dotarlo
de un funcionamiento más transparente. Por esta misma razón se
aprobó en el Vaticano una ley de transparencia en el año 2013.
Ahora bien, las leyes no lo son todo, y en materia de transparencia
los españoles podemos estar seguros de eso. Toda medida que se pueda
tomar no sirve de nada si no existe detrás una sociedad civil que se
afane por exigir responsabilidades. Y no parecen los obispos un nicho
de población que se distinga por su espíritu crítico. La prensa
parece que tampoco va a tomar ese testigo, sino que ha abanderado la
campaña de lavado de imagen de la Iglesia. Todas las noticias que
nos llegan al respecto versan en torno a las distintas misas,
bendiciones y declaraciones del pontífice en el ejercicio de sus
espléndidas habilidades oratorias, pero hay poco periodismo de
investigación que atestigüe cambios reales en el fondo del IOR.
Los que si exigen rendir
cuentas a la cúpula papal sobre sus actividades son los eternos
ignorados, activistas y organizaciones independientes que dudan de la
buena fe de algunas de las inversiones realizadas por la Santa Sede.
La organización ecologista internacional 350.org inició una campaña
que exigía al Vaticano que dejase de invertir en combustibles
fósiles, causantes del cambio climático que empieza a afectar a
algunas regiones del mundo como Filipinas, víctima de tifones
absolutamente devastadores. Otro asunto pendiente es la alianza
del Vaticano con Monsanto y las industrias
farmacéuticas. Jesús dijo “soy el Pan de la Vida”, y yo no me
imagino al Altísimo en bata blanca y con una jeringuilla
inyectándole mejunjes químicos al Espíritu Santo. La iglesia
debería dejar de ser tan hipócrita en algunos aspectos y ser
totalmente tajante en otros, como en el uso de preservativo, sobre el
que todavía se espera una pronunciación del Papa. Para zanjar ese
asunto, precisamente, sí que basta con palabras y no con hechos, es
decir, invertir en la multinacional de viagra y anticonceptivos
Pfizer
como hacía el que fuera presidente de la Conferencia Episcopal Rouco
Varela no cuenta como defensa de la gomita.
Procesión en Semana Santa
Con ello y pese a todo,
debo reconocer que éste es probablemente el mejor Papa de la era
moderna. Y que limpiar una institución podrida hasta la médula no
es una tarea sencilla. Los que vienen a limpiar España, lo saben.
Ocurren tantas cosas en dos semanas, que al final uno no sabe de qué
hablar. Que si censura, ley mordaza, que si vamos destituyendo
periodistas o vetando a jueces por motivos políticos, que si crisis
internas, que si Esperanza Aguirre. Uno se cansa de tanta mierda.
¿Alguien va a venir a barrerla?
Pablo Iglesias dijo que el Papa y él están en la misma barricada. ¿Se refiere a la verborrea dialéctica o a la verdadera voluntad de cambiar las cosas? Las encuestas empiezan a dar la espalda al personaje de Pablo Iglesias y demandan ya al Pablo Iglesias politólogo. El discurso de masas, en un país que ha sufrido tres décadas de dictadura, es peligroso a largo plazo. Pero no se, es él quien tiene un máster en comunicación, no yo. Pero el cambio no termina cuando los nuevos alcanzan el poder. Todo lo contrario, en ese momento sabremos si se puede llevar acabo aquello que predican. Los ejemplos que los preceden no son muy alentadores. Antes del Papa Francisco, había llegado Obama, el primer presidente negro, para cambiar el curso de la historia. Pero no ha podido cumplir prácticamente ninguna de sus propuestas. Estados Unidos sigue siendo un avispero que a poco que se agite saca a relucir su racismo arcaico y su brutalidad policial. Sigue siendo el germen de muchísimos conflictos armados, confraternizado con Europa en su política imperialista al servicio de los más poderosos. Un escenario en que el presidente no pinta nada.
A menudo pierde uno la fe
en aquello que debería creer. La experiencia parece indicarnos que lo del
consenso democrático es un mito incapaz de cambiar nada. Hasta la
tan aclamada socialdemocracia ha fracasado. ¿Tiene remedio España?
¿Tiene remedio Europa? ¿Tiene remedio este sistema? ¿Recuperará
algún día el pueblo su dignidad y soberanía? Quién sabe. Sólo
nos queda seguir navegando hacia delante, sin rumbo, levantarse cada
mañana a esperar la siguiente estocada. La vida es como un contrato
único indefinido, nunca sabes por donde te va a sorprender. Que se lo digan
a Albert Rivera.
Prometeo encadenado. Rubens
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