Me miro en el
espejo por décima cuarta vez. No sé por qué pero estoy nerviosa.
Hace tiempo que no le veo, desde que las cosas se volvieron turbias
entre los dos. ¿Qué se podía esperar de alguien que vive entre la
fantasía y la realidad sin terminar de decidirse por un bando? Me
ponía nerviosa sus titubeos, sus palabras a medias y la desconfianza de sus preguntas. Él tenía mucho miedo de que me
fuera, pero por cada discusión me acercaba más al filo del tablón,
como un malvado pirata con su rehén. Quizás si me hubiera empeñado
en sujetarme a las astillas de aquel barco, me hubiese hecho daño
severamente. Tomé la decisión de dejarme caer sin saber si bajo mis
pies habría agua. Los meses han pasado y sigo de una pieza. Me he
reconstruido sola y en compañía en la felicidad que había perdido
en su abrazo asfixiante. Ansío un reencuentro agradable, descubrir
que nada ha cambiado pero que somos distintos. Estoy expectante por
oír sus batallitas, qué tal lleva el curso, si sigue tocando el
piano, y si surge preguntarle qué ha sido de sus historias de amor.
Y puede que, después de todo, riamos como buenos amigos y no una
rotura dolorosa.
Sueño todo esto
aún delante de mi reflejo en el ascensor y el sonido de las puertas
me despiertan. Mi corazón se dispara mientras salgo a la calle y me
dirijo al parque de siempre, punto de encuentro de hoy y hogar de los
recuerdos entre los dos.
¿Qué gestos hay
que reproducir para no parecer una loca? Me pregunto cuando hacemos
contacto visual en la lejanía. Está sentado en el banco, leyendo,
se levanta y se coloca la camisa. No puedo evitar sonreírle,
mientras alterno miradas entre él y el suelo, y mis manos enredan
lentamente los auriculares. ¿Pero desde cuando hago unos pasos tan
cortos? Se acerca a mí, haciendo, así, más rápido la pérdida de
la distancia. Me doy cuenta, como un haz de luz, que fue en esa misma
banca en la que se me declaró, donde por primera vez sentí mis
mejillas arder por la vergüenza y las conocidas mariposas en el
estómago. Recuerdo su vana promesa y un escalofrío me detiene pero
no tengo por qué huir: Todo eso se ha desvanecido. Nos abrazamos
brevemente y con suavidad. La conversación empieza con débiles
vacilaciones y preguntas comunes. Echamos a andar mientras las
palabras se animan y fluyen a más velocidad. Estamos riendo y
suspiro aliviada de su presencia. Ya no toca el piano, ahora hace
basket y su cuerpo le delata. No puedo evitar fijarme en la
tranquilidad con la que habla. Me he absorto en mis pensamientos y
nota mi silencio, que rompe con la pregunta del milenio.
-¿Qué tal vas de
amoríos?- Dice, con una sonrisa distraída en los columpios.
Pienso en Marco,
con quien no hubo más que tontería y, aunque no me molestaría ser
sincera, rechazo la opción de responder que sólo he recibido frases
bonitas y flirteos sin sentido.
-Como las llanuras
del Medio Oeste, con planta rodadora incluida- Bromeo- ¿Y tú,
vaquero?- Interrogo con una mano en el cinturón, otra en la cabeza,
simulando el ala de un invisible sombrero, y una ceja arqueada.
-No puedo- Se
limita a responder. Me da la espalda, con las manos en los bolsillos.
Se decide a sacar el libro que sostenía cuando le vi sentado y me lo
ofrece.
-Supongo que esto
te pertenece. Cuando dejé de tocar, quise romper cada partitura pero
en vez de hacerlo, les di la vuelta y sobre cada melodía escribía,
sobre lo que me causaba, a qué me recordaba. Y todo tenía tu
nombre. Me vuelvo a preguntar por qué tú, si no has sido la única
a la que he querido. -Arrugo la nariz, sorprendida de su cruel
franqueza- ¿Recuerdas la promesa? ¿Cómo lo estropee todo? Me da
igual que nunca hayas sabido anteriormente qué era el amor, si lo
has sentido conmigo o qué implica. Yo me he subido a un pedestal,
creyéndome maestro y era el más ignorante. ¿Quieres un consejo? No
esperes que un demente como yo te enseñe a sentir. Es algo tuyo,
propio, con tu único sentido y resulta verdaderamente difícil
explicarlo o ponerle siquiera palabras. Pero has de ser consciente
tú, no que intenten abrirte los ojos. Que tomes el tiempo que
quieras, la vida transcurre despacio si tú lo deseas.
Muy buen texto. Escribes genial y se nota que te apasionan las letras
ResponderEliminarEs un tanto irónico, ya que no soy de Letras. Estudio bachillerato de Ciencias de la Salud (Soy la pequeña de toda la plantilla) y esto es tan sólo un hobby. No obstante, le pongo muchas ganas y me alegro que os guste. :)
Eliminar¡Excelente!
ResponderEliminarMuchas gracias :D
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