Vivimos en un mundo
globalizado. En un mundo que está constantemente actualizado. Y gran
culpa de ello la tienen los medios de comunicación, por supuesto.
Pero también Internet. Es la era de Internet, la era de los
ordenadores, de los móviles -smartphones- y de las tablets, entre
otras tantas cosas, entre otras muchas nuevas tecnologías. Los
blogs, las páginas web... Facebook, Twitter y otras redes
sociales... Y, como no, el Whatsapp y sus derivados. En fin, para
todos nosotros esto es algo más que familiar. Las generaciones de
jóvenes que nacimos a finales del siglo XX estamos acostumbrados a
utilizar este tipo de tecnologías. Y resulta curioso, ya que un niño
de tres años maneja a la perfección una tablet, mientras que su
abuelo no sabe ni cómo encenderla. Somos la generación del pulgar,
con nuestros movimientos sobre los teclados táctiles y sobre las
pantallas de los móviles.
No cabe duda del avance
que ha supuesto para la vida humana la creación de estas nuevas
tecnologías. Sin embargo, este tema se encuentra siempre rozando el
debate. Lo que más se oye decir es que estas tecnologías nos
facilitan tanto la vida que nosotros, los humanos, perdemos
capacidades intelectuales.
No escribo este articulo
para decir de qué manera pueden influir las nuevas tecnologías en
nuestra forma de pensar. Eso se lo dejo a los expertos en la materia.
Escribo esto por pura inquietud y porque, simplemente, observo el
mundo que me rodea.
Díganme si me equivoco o
no. Usted se levanta una mañana y, supongamos, que tiene que coger
el metro para ir al trabajo. Una vez dentro del metro, podrá
observar, o habrá observado, que la mayoría de la gente va a su
bola. El chico que está sentado a su derecha está escuchando música, observando al horizonte, pensado, quizá, en el terrible
examen que tiene que hacer. La chica que está sentada delante de usted
manipula su móvil táctil con sus dedos, a la vez que estos se
mueven a una velocidad terrible; de repente, observa que de los
labios de esta chica aflora una dulce sonrisa, fruto del mensaje
enviado por el chulo, poco romántico y golfo de su novio. Sí, no me
lean con esa cara. Creo que no he dicho nada nuevo, la mayoría de
los tíos de hoy en día son así, y es triste.
Sigamos observando. Al
lado de esta chica hay una señora. Pongamos que ronda los cuarenta.
El caso es que esta señora se encuentra en medio de una interacción
continua con su tablet. Fíjese más, querido lector. Ahora es cuando
lo ve: la señora lleva unas gafas. En ellas se refleja la pantalla
de su tablet: está jugando al 'Candy Crush'.
¿Lo ve ahora? Estos tres
casos pueden reflejar, y reflejan, perfectamente el mundo en el que
vivimos. Un mundo donde la tecnología se ha convertido en nuestra
forma de vida. Diferentes personas de diferentes edades viven
comunicadas por la incomunicación. Joder, si es que incluso ponemos
el puto móvil encima de la mesa siempre que estamos comiendo. Hablar directamente con otras personas parece algo que ha quedado en segundo plano, un
actor secundario. ''¡Corten!'', grita el señor director Móvil. La
escena en la que aparecen dos personas hablando no le interesa.
Vivimos en una sociedad que vive, valga la redundancia, cada minuto
actualizada. Vivimos en la época sublime y esponjosa de las redes
sociales y la comunicación. Al final es todo mentira. ¿Donde está
la verdadera comunicación entre personas? Y me refiero a la
comunicación física, de palabra, de boca a boca. Cada vez que tenemos la ocasión de hablar
con alguien nos recreamos en nuestros móviles, o váyase usted a
saber. Como decía Marshall McLuhan, la tecnología es la
prolongación de nuestro cuerpo. Pero utilizamos esta tecnología hasta para hacer daño. Sin embargo, vivir en la mayor etapa
de comunicación social no significa que esto sea algo cien por cien real, ya no creo en las encuestas.
Hagan ustedes mismos el experimento: vayan a algún lugar donde haya
mucha gente y observen cuántas personas están con sus móviles y
cuántas hablan entre ellas.
El tema del que estoy hablando supone un cáncer más
para nuestra sociedad, supone un paso más para el derrumbe del 'gran
imperio global'. Recordemos a Einstein un momento: ''Temo el día en
que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá
una generación de idiotas''.
Marshall McLuhan |
Pero tranquilícense, no
se inquieten en sus asientos tras leer mis palabras. No quieran venir
a por mí con antorchas, yo no soy Frankenstein. Yo soy el primero y
el último que hace posible que esto suceda, porque yo también vivo
con mi móvil como si fuera mi propia novia. La tecnología existe
por algo, pero las personas también. Y, voy a serles sincero, yo
prefiero mirar a los ojos a una persona que ver mis propios ojos
reflejados en una pantalla.
Aplicate el cuento, bonito... Tu padre...
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