Hace unos días, terminaba
de leer uno de los libros más recientes del reconocido sociólogo de
nacionalidad belga Armand Mattelart. Un mundo vigilado habla
de cómo las sociedades democráticas han permitido que con el avance
de las tecnologías se conforme un sistema de vigilancia cada vez más
sofisticado que ha amputado nuestras libertades y nuestros derechos
más fundamentales. Sistemas de escucha global como el proyecto
Echelon, cámaras de seguridad, chips RFID, huellas genéticas y
corporaciones militares y de espionaje cada vez más complejas. Hace
unos años, estar fichado significaba estar relacionado con la
delincuencia; hoy, no estar fichado es motivo de sospecha.
Entre los factores que
han contribuido a que hayamos llegado a esta situación está el
discurso del miedo institucionalizado que desde los sectores
políticos se ha trasladado
a la población. En un contexto de Guerra Fría, Estados Unidos
identifica la URSS como el enemigo total para la nación,
construyendo una dualidad bien-mal, libertad-opresión que va a
definir su discurso geopolítico. Con un enemigo definido, surge el
concepto de seguridad nacional que servirá de pretexto para
legitimar sus medidas de vigilancia y seguridad. Tras la caída del
muro, Estados Unidos va a crear un nuevo enemigo: el terrorismo
islámico.
No he podido evitar
relacionar los últimos hechos acaecidos en Francia con el debate que
Mattelart propone en su libro, y que de hecho ha resurgido en los
últimos días. Y creo que es necesario que hagamos consciencia,
porque estos días he sido testigo de casos flagrantes de
islamofobia, desde la calle a los medios de comunicación. El debate
empezaba en Twitter, donde el día después del atentado el hashtag
#stopislam se convertía en trending topic en España, mientras que
en Francia el trendic topic era #islamisnotculpable. La islamofobia,
en un país donde la inmigración ya de por sí no está muy bien
vista, está creciendo de forma alarmante, y me preocupa que surjan
noticias especialmente oportunistas como esta,
más aún viniendo de un periódico digital y de izquierdas,
supuestamente alejado del dictamen del status quo.
Y sin embargo no he visto en los medios de comunicación ni una sola
referencia a la concentración contra el terrorismo y la islamofobia
que acontece el domingo 11 de enero en Madrid.
Yo
no soy muy partidario de las teorías conspiracionales que hablan de
falsa bandera y menos si surgen el mismo día del atentado. Pero
cosas como esta
si que me mosquean y me hacen divagar más de la cuenta. Sembrar la
semilla del miedo y la islamofobia para la CIA puede ser tan sencillo
como autohackearse la cuenta de Twitter. En cualquier caso, este
artículo no pretende jactarse de contestatario. Este artículo es un
simple llamamiento al don de la sensatez.
A no culpar al regente del kebab de la esquina de los males del
mundo. A no permitir que esto
o esto
suceda tan impunemente. Y que si cabe fomentar el odio hacia alguna
nación, que sea hacia aquella que arma y financia grupos terroristas
para conservar sus intereses y seguir legitimando sus prácticas.
Por
cierto, la foto la he sacado de este blog,
del que recomiendo encarecidamente su lectura. Del discurso del miedo
y de la sociedad de sospecha, y más concretamente de la USA PATRIOT
Act, también dedica unos minutos Michael Moore en su documental
Fahrenheit 9/11 (palma de Cannes en 2004), de visionado obligatorio,
y que
le valió un
aluvión de críticas en su país.
Y como esta sección, no os lo he dicho, pero en realidad va de
canciones... hoy os deleito con esta canción árabe, interpretada
por la cantante y actriz libanesa Fairuz. Para alejarnos un poco de
ese egocentrismo occidental que nos establece límites en la música
y en otras tantas cosas.
Ufff!! encantador!!!...
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