El viento del cambio
azotaba las calles de Alemania y mecía los columpios del parque
Gorky aquellas mañanas de 1990 en que el fin de la Guerra Fría
prometía tiempos de paz y de prosperidad y nuevas formas de afrontar
los retos venideros. Hoy, 25 años después de la caída del muro, 25
años después de que Margaret Thatcher abandonara el parlamento
británico, nuevos vientos de cambio se avecinan en Europa. Porque el
imperio de los mercados que impuso la Dama de Hierro, desde su muerte
convertida en política de culto, ha llegado al momento álgido de su
vida. Tras años de expolio y corrupción, de un modelo que ha
llevado a Europa al hambre, la pobreza y al abuso de poder (o a todas
aquellas consecuencias que el comunismo iba a traer), hoy el
capitalismo salvaje muere, agoniza, trata de arañar sus últimas
caladas de aire.
La victoria de Syriza abre una nueva vía en Europa, una vía que amenaza los privilegios de los poderosos. El miedo se expande por las capas del poder, y el lunes las portadas de los periódicos españoles desataban el furor colectivo. No han tardado los llamados periodistas en publicar artículos reciclados que a lo largo de la semana han ido esparciendo un mensaje de desconfianza.
Habrá que ver cual es el
camino que toma ahora Grecia. Syriza venció, pero se quedó a dos
escaños de la mayoría absoluta. Ello le ha obligado a pactar con
Griegos Independientes, un partido que, si bien comparte su discurso
antitroika, su ecuación nacionalismo + derecha + euroescepticismo
recuerda más a Amanecer Dorado que a cualquier otro grupo
parlamentario. KKE, el partido comunista griego, obtuvo 15 escaños,
pero ya dejó claro desde el principio su rechazo hacia Syriza,
dejando pasar una oportunidad histórica de formar un frente de
izquierdas con legitimidad absoluta para actuar en Grecia y tratar de
reconstruir el país. Los comunistas europeos del siglo XXI son
expertos en criticar, les encanta citar a Gramsci, ganar seguidores
en Twitter e ir a conciertos de punk-rock, pero tienen una alergia
terrible al poder (tal vez porque si fracasaran en el ejercicio de su
doctrina ya no podrían fardar de cultos o ir de víctimas por la
vida).
Pero, ¿cómo se traduce
todo esto en España? ¿Llegarán aquí también los vientos de
cambio? Bien, todos los análisis llegan a una misma conclusión: a
Podemos se le va a hacer el año muy largo.
Y esto va a ser así por varias razones. Para empezar, portadas
alarmistas como la de La Razón o la de ABC van a ser el pan nuestro
de cada día. Durante los meses de periodo electoral que nos quedan,
se va a tratar de deslegitimar por todos los medios las acciones
tomadas por Syriza y van a llegar informaciones de todo tipo. Ante
ello, habrá que ver de qué manera se defiende la formación
española. Ya en el programa de La Sexta Noche del sábado pasado se
pudo ver un peligroso cambio de discurso en su secretario general.
Pablo Iglesias se mostró arrogante y agresivo ante las preguntas de
los periodistas del plató (con las preguntas de Inda, lo puedo
entender). Demasiado altivo e indignado, evadiendo las preguntas con
generalidades, empieza a construir un discurso de masas que le puede
acabar pasando factura: con el poder se acentúa su complejo de
líder. Su obsesión por la comunicación televisiva, cuando quedan
todavía 10 meses para las elecciones generales, puede acabar por
despedazar su camino hacia el éxito.
Tampoco ayuda, por ejemplo, que repita tres veces el chiste de
Manolete o que empieze a insultar a periodistas,
una táctica basada en la comunicación viral que ha acabado por
tornarse en su contra, pues el hashtag #pantunflo se llenó de
comentarios expresando su vergüenza ajena por el comportamiento del
que puede ser el futuro Presidente del Gobierno de España. Y,
mientras tanto, emergen nuevas fuerzas políticas como Ciudadanos,
con muchas posibilidades de colocarse en el espectro político. Con
un líder, el licenciado en derecho Albert Rivera, tanto o más
elocuente que Pablo Iglesias, Ciudadanos va a recoger todos aquellos
votos que Podemos pierda de aquí al mes de Noviembre.
Y, ¿qué es lo nuestro?
De momento hoy hay convocada una manifestación por el cambio social
y político que pretende llenar la puerta del Sol. No es que yo sea
muy fan de manifestarse por nada, pero creo en el cambio. Creo, de
hecho, que el cambio es aquello por lo que debemos trabajar los
periodistas, y anhelo una nueva democracia que devuelva la soberanía
al pueblo y acabe con los cimientos del poder de la vieja Europa.
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