En
1972 el músico británico David Bowie lanzaba el álbum
The
Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars.
Gracias a sencillos como Ziggy Sturdust o Starman, David Bowie
alcanzó fama internacional y se convirtió en uno de los iconos de
los años 70. El disco narra la historia de Ziggy Sturdust, un
alienígena convertido en estrella del rock que llega a la Tierra
para transmitir un mensaje de paz y esperanza y salvar a los
habitantes del planeta de su destrucción. Sin embargo, la fama, el
éxito y los excesos terminan por destruirle a él mismo.
No
sabemos si fue el artista londinense o su alter ego quien mantenía
cuentas en Suiza pero lo cierto es que su nombre figura entre los más
de 100000 potenciales evasores fiscales de la lista Falciani. El
documento, filtrado por el informático Hervé Falciani, pone cara a
todos aquellos particulares a los que la rama suiza del banco
británico HSBC ha ayudado a esconder millones a lo largo de las tres
últimas décadas, y entre los que se incluyen políticos, banqueros,
empresarios, abogados, personalidades del mundo del deporte y el
espectáculo, narcotraficantes o comerciantes de armas. Se desvela,
así, el modus operandi del fraude fiscal a escala mundial, o lo que
es lo mismo, la gran estafa al sistema que Adam Smith imaginó allá
por 1776 cuando publicó La
riqueza de las naciones
y que ya se ha convertido en tan utópico como las ideas de Robert
Owen o Charles Fourier.
Hervé Falciani
Hervé
Falciani trabajó como ingeniero informático para el HSBC entre los
años 2001 y 2008. Tras descubrir la gigantesca red de evasión
fiscal que se escondía, decidió copiar los datos de de los clientes
de la empresa y así confeccionar su lista. Al conocer sus
intenciones, Suiza dictó una orden de búsqueda y captura
internacional. Falciani huyó a Francia y reveló los datos a las
autoridades francesas, que a su vez los compartieron con varias
jurisdicciones europeas, entre ellas la española. ¿Qué se hizo
aquí con esa información? Era el año 2009, y hasta el domingo
pasado no se había filtrado ni un solo nombre de esa lista —a
excepción de el de Emilio Botín, por escandaloso: sólo con él,
España recuperó casi el 15% de lo defraudado— ni con la entonces ministra de Economía Elena Salgado ni con el
actual ministro de Hacienda y Adminsitraciones públicas Cristobal
Montoro. Lo que se hizo, según parece, fue “invitar” a
regularizar voluntariamente su situación a aquellos miembros
españoles de la lista identificados como defraudadores fiscales, con
lo cual quedaron exentos de toda consecuencia legal y de la
exposición al escrutinio público.
No
ha sido hasta ahora, ocho años después de la creación de la lista,
cuando ha llegado a los medios de comunicación tras una
investigación coordinada por el diario Le Monde y el Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ),
que dejan al descubierto los nombres de las 106000 personas físicas
y jurídicas residentes en 203 países distintos y entre las cuales
se suman más de 780000 millones de euros. Hay 2694 clientes
españoles entre los cuales suman un saldo de 1800 millones. En
España sólo El Confidencial y la Sexta tienen acceso a estos datos,
pues pertenecen al ICIJ. De momento sólo se han publicado las cifras
absolutas y algunos nombres, que van saliendo con cuentagotas y a
modo de exclusiva. Francisco Correa, Trias Sagnier, Alicia Koplowitz,
la familia Luca de Tena (fundadores de ABC) o el piloto Fernando
Alonso son algunos de los casos más llamativos que han visto la luz
hasta el momento. Ni el ICIJ ni los medios de comunicación van a
publicar la lista completa, puesto que consideran que muchos de los
clientes son desconocidos y, según ellos, su información carece de
interés público. A su vez, hay que aclarar que no todos los
miembros que figuran en la lista tienen porque ser o haber sido
evasores fiscales si han declarado el dinero a la hacienda
correspondiente.
El
país que lidera la lista en cantidades -al margen de, naturalmente,
Suiza- es el “modelo de democracia” Reino Unido, seguido de la
“enemiga del capitalismo” Venezuela. ¿Adivinen quién viene
después? Una pista, “el país de la libertad”. Nuestra gloriosa patria
ocupa un muy meritorio vigesimocuarto puesto, teniendo en cuenta que
este es un país en el que nadie se ha hecho rico trabajando.
Todos
los medios internacionales se han hecho eco del escándalo y han
expresado su total repudio a lo que no es más que otra muestra del
abuso de poder que la banca ejerce en las llamadas sociedades
democráticas del siglo XXI. Sin embargo, los medios españoles han
dado muestra, una vez más, del precario estado del periodismo en
España, al censurar la información y relegarla a un último plano,
por detrás incluso del cumpleaños de Cristiano Ronaldo. En este enlace
se muestra con sólo tres imágenes el cubrimiento que los periódicos
españoles han dedicado a la lista Falciani. No cabe duda que la
última imagen es la más significativa de todas.
Resulta cuanto menos irónico que, mientras se escondía toda esta información, el caso Monedero ocupaba todas las planas y se planteaba en el centro del debate. Las comparaciones entre el supuesto fraude de Monedero y el cometido por el “modélico empresario” Emilio Botín son, cuanto menos, odiosas. Para empezar el caso Monedero se da a partir de una filtración -con motivos políticos- del Gobierno de un documento de la Agenda Tributaria, como es la declaración de un particular, que está protegido por la Ley Oficial de Protección de Datos. Sí, ese mismo gobierno que se negó a publicar uno sólo de los nombres de los 659 defraudadores españoles identificados en la lista Falciani, podría incurrir ahora en un delito de revelación de secretos. Lo que se descubre, entonces, es que Monedero cobró 425000€ por elaborar un informe sobre la unidad monetaria en Latinoamérica (o lo que El País titula “asesorar a Venezuela y sus socios”. Un trabajo bien pagado, desde luego, pero eso no le convierte en casta, ni da legitimidad a los medios para mentir y especular sobre el dinero que tiene en su cuenta bancaria). Lo que sucede después es que el dinero lo factura como persona jurídica a través de una empresa definida como sociedad instrumental, tributando un 20% por un trabajo que ha realizado él sólo, en vez del 51% que le exige el IRPF. Aquí entra el debate de si se comete o no delito fiscal -los propios expertos de hacienda no se aclaran- y de si es ético o no es ético. Lo cierto es que Monedero tributa estos ingresos en España, no los esconde en Suiza. Si, seguramente recomendado por su asesor fiscal, ha pagado menos impuestos de los que debería, bienvenidas sean las críticas. Pero lo que no puede ser es que de repente empiecen a dar lecciones de moral aquellos que legitiman otras prácticas mucho peores y menos habituales. Ni que se le ponga al nivel -por lo menos al nivel mediático- de los auténticos corruptos que han destruido el sistema, algunos, por cierto, militantes del partido que ha iniciado toda esta campaña de desprestigio y que ha pagado su sede con dinero negro. En cualquier caso, Monedero aclaró su situación con Hacienda con la presentación de una declaración complementaria y ha quedado libre de cualquier acusación de delito fiscal. No le ha servido, sin embargo, para apaciguar la rabia de esa jauría que no va a dejar de acechar a Podemos durante todo el año.
Si
ni los medios de comunicación ni las herramientas institucionales
que el sistema proporciona pueden conformar una esfera pública en la
que los ciudadanos participen y sean capaces de configurar su
postura, Internet emerge como una herramienta de doble filo en que el
poder y la ciudadanía juegan un pulso constante por ejercer el
dominio el uno sobre el otro Porque Internet es control, es
vigilancia y también es imaginación, creatividad y un lugar
totalmente imprevisible. Desde que empezó la guerra cibernética, el
ciberespionaje se ha convertido en una nueva forma de ejercer el
dominio y las políticas emprendidas en la Guerra Fría se trasladan
ahora a “la nube”. Al mismo tiempo, Internet supone una
democratización de nuestras costumbres y una ruptura del flujo
comunicacional que puede alterar completamente la respuesta que el
poder espera de la ciudadanía. Twitter abría la semana con el
trending topic #swissleaks, y las redes sociales se indignaban ante
la poca cobertura que los medios tradicionales dedicaron a a lista
Falciani. Una vez más, un trabajador informático rompía el
contrato de conformidad que había establecido y decidía provocar un
estallido que pusiera de nuevo a los poderes fácticos en el centro
del huracán. Una práctica que viene siendo habitual en la
actualidad (ahí están los casos Snowden o WikiLeaks) y que es la
representación de un nuevo contrapoder ciudadano y de una nueva
forma de fraguar el tradicional concepto de resistencia y de
revolución.
El
futuro del periodismo está en Internet. Estoy a favor de la
filtración de datos, no particulares y por motivos políticos o
estratégicos, sino masivos y en favor del interés general y si
supone una denuncia de los abusos de poder, como en el caso de la
lista Falciani, Edward Snowden, y la lucha emprendida por
organizaciones como Anonymous o WikiLeaks. Defiendo la cultura
hacker, abogo por una prensa digital, independiente y libre de
influencias. Internet es hoy en día el único espacio donde es
posible que emerja el poder ciudadano, donde sea posible arrebatarle
al status
quo el
poder de la persuasión masiva. Quizás sea un iluso, pero creo en la
juventud, somos la llave que evitará la debacle de este mundo, creo
en la firmeza de nuestros principios y en nuestros ideales, y creo en
el mensaje de paz y esperanza que el mensajero de las estrellas nos
transmitió en nombre de Ziggy Sturdust...
Aunque
me he escuchado el disco decenas de veces y se como acaba siempre la
historia. Pero cuando la podredumbre nos acecha, cuando el cataclismo
amenaza con avasallarnos y pisotearnos, creer no es una opción: es
un deber, nuestro deber.
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